Para quienes lo miran desde afuera, es difícil entender cómo llegamos a tener un país en la calle protestando cuando hace muy poco recibíamos felicitaciones por lo ordenado de nuestra economía…
Revisando en los cajones de la memoria (tengo síndrome de Diógenes, pero a veces me sirve de algo), me encontré con esta explicación dibujada por Tom Toles, que traduzco y reproduzco sin permiso de su autor:
Hace un par de años teníamos un gobierno que llegó a tener una alta popularidad, con un mensaje socialista. Pero en los hechos ese gobierno no supo, no pudo o no quiso honrar su discurso en la medida que la ciudadanía quería, pedía y necesitaba.
Las causas de que se hayan conformado con sus logros y no hicieran transformaciones más importantes todavía se están discutiendo. Esa discusión ya tiene varios heridos, muertos, algunos que se sacaron la careta y otros que directamente se hicieron tránsfugas.
Lo concreto es que los votantes se cansaron. Habían votado varias veces por la misma coalición porque representaban un cambio respecto de la dictadura. Había reclamos, pero se hacían en voz baja porque “había que cuidar la democracia”. La derecha hacía críticas, muchas con base real, pero no conseguían resonancia en la ciudadanía, que se negaba a votar por quienes habían estado al lado del dictador. Hasta que el cansancio pudo más. Queremos un cambio, dijeron, y compraron el discurso de la derecha.
A poco andar, se notó que la mano venía peor que antes: la nueva administración no sólo no cree que tengamos problemas sino que resulta completamente sorda a las demandas populares. Ni siquiera entienden de qué les estamos hablando. Creen estar haciendo “enormes concesiones” al ofrecer algunos subsidios, becas y ayudas. Y desde su punto de vista, claro que son concesiones importantes.
Pero no entienden nada cuando se les dice, por ejemplo, que es impresentable que en nuestro país sea el propósito de lucro lo que define la clase de educación que podemos tener. Está más allá de su capacidad de comprensión. Creen que son ideas “comunistas” y el fantasma soviético los despierta por las noches, sudando y repitiendo “¡eso sí que no!”.
Los más viejitos estábamos ya dentro de la olla cuando iba subiendo la temperatura del agua. Nuestros jóvenes cayeron al agua cuando ya estaba caliente. Ellos están pegando los saltos y pataleos que nosotros no dimos porque temíamos volver al pasado. Ellos quieren otro futuro. Nosotros también.
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