lunes, 29 de octubre de 2012

Un cuento chino

 

De chico me contaron una fábula (dejémoslo en cuento chino, que queda chic), que narraba las conversaciones entre un atribulado aldeano y el sabio que nunca debe faltar en un buen cuento chino.

La cosa iba más o menos así:

- Oh, sabio, vengo a pedir tu consejo porque en mi casa vivimos muy apretados. Vivo con mi esposa y mis dos hijos, mis padres y mis suegros, y tenemos muy poco espacio – decía el aldeano.

- Muy bien – respondía el sabio – creo que deberías comenzar por meter en tu casa todas las aves de corral que tengas.

El pobre hombre hizo como le decían, pero volvió una semana más tarde a hablar con el anciano (no habían pensado que el sabio fuera joven ¿verdad? No hay sabios jóvenes en los cuentos chinos).

- Oh, sabio, ya metí mis pollos y patos, y hasta una oca en mi casa. Y ahora estamos más incómodos que antes.

- Muy bien – dijo el sabio – ahora invita a pasar a la casa a tus cerdos.

No sé por qué los aldeanos de los cuentos chinos obedecen cuando les ordenan estas tonterías, pero así lo hizo nuestro héroe. Por supuesto que a los tres días estaba de vuelta buscando consejo (¡y en el mismo lugar!) Estos aldeanos chinos que no escarmientan…

- Oh, sabio, vengo a contarte que seguí tu consejo pero ahora, a la incomodidad y el ruido de los pollos se ha sumado el olor de los cerdos. Ahora sí que estamos incómodos.

- Veamos – dijo el desgra… sabio – ¿Tienes una vaca? Métela también en tu casa.

Esta vez la cosa fue grave. El aldeano metió la vaca en su casa, pero aguantó un día y una noche antes de volver corriendo donde el sabio a repetir su queja:

- Oh, grandísimo sabio (eso dicen que dijo), ahora sí que la situación es insoportable. Además de soportar el ruido de las aves y el olor de los cerdos, la vaca se cruzó en la puerta y tenemos que entrar y salir de la casa por una ventana.

- Ahora – sentenció el sabio – vamos a hacer una cosa: deja todas las personas dentro de la casa y los animales afuera.

Y el aldeano hizo lo que le decía el sabio, dejó todos los animales afuera y vivió cómodamente en su casa.

Ese era el cuento. De chico me gustaba escucharlo porque me hacía gracia imaginar la situación, con patos, pollos, cerdos y vacas dejando la embarrada dentro de la casa. Pero cuando me di cuenta de la moraleja conformista que había atrás, dejó de gustarme y lo enterré.

Hasta ayer.

Ayer sentí que habíamos sacado pollos, cerdos, vacas, gorilas y dinosaurios de la casa. Bueno, de algunas habitaciones sí y de otras no, pero algo es algo.

Y siento que es un comienzo, pero el cuento no puede terminar aquí.

Ahora viene la parte en que limpiamos las cagadas de todos estos bichos, y nos ponemos a proyectar una ampliación para ver si algún día estamos cómodos de verdad, en lugar de estar resignadamente acostumbrados.

Si no nos ponemos ahora con esa tarea, vamos a quedar como en el cuento chino, nomás.

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