Y se nos fue otra semana sin acercar posiciones. Y creo que si no podemos ponernos de acuerdo en la estructura que queremos dar a nuestro sistema educativo, es en gran medida porque no están sobre la mesa las intenciones de cada uno de los actores.
A través de los dichos y actuaciones de cada parte, todos tratamos de adivinar sus propósitos. Nos vamos formando una idea, y en algunos casos atribuimos buenas o malas intenciones a cada uno. Y tenemos que hacerlo porque sospechamos que no se ha dicho todo, que hay agendas ocultas, que algunas intenciones son inconfesables.
Cada parte adjudica a la otra la intención de prolongar el conflicto. Los estudiantes creen que al gobierno le conviene apostar al desgaste. El gobierno dice que la intención de los estudiantes es sencillamente perjudicar al oficialismo.
El ministro dice que no se puede cambiar la educación de la noche a la mañana. Esto no es una justificación para no cambiar las ideas y principios que han convertido a nuestro sistema educativo en el mamotreto que estamos sufriendo hoy. ¿Cuál es la intención del ministro? ¿De verdad cree que este sistema es bueno y que no requiere un cambio sino sólo algunos “ajustes”?
El presidente dice que “estamos todos de acuerdo con esta causa noble y hermosa”, pero sus actos desmienten sus palabras. Sería bueno que aclarara en qué, según él, estamos de acuerdo.
El vocero de gobierno compara la propuesta de los estudiantes con el Transantiago. ¿Es sólo un golpe bajo contra la Concertación? ¿Está tratando de defender el negocio de algún amigo? ¿Defendiendo a alguien que aportó en la campaña?
Los medios tradicionales de difusión (ya no podemos llamar a eso comunicación) intentaron que el plebiscito por la educación pasara desapercibido. Empezaron a informar cuando ya no se podía esconder. Y en vez de destacar la altísima participación, se dedicaron a mostrar que era factible votar más de una vez… ¿Están acaso defendiendo los ingresos que les proporciona la publicidad de las universidades?
Se critica la postura de los estudiantes por ser “todo o nada”. Pero de parte del gobierno la única propuesta que se presentó es “nada”. Una nada con intereses más bajos, sí, pero el doble de nada sigue siendo nada.
Para que los estudiantes se sienten a considerar alguna propuesta del gobierno, es necesario primero convencerlos de que esa propuesta nace con buenas intenciones: buscar obtener el mayor beneficio para la mayor cantidad de gente posible, poniendo cuidado en no provocar perjuicios por acción, omisión o falta de previsión. Esto es lo que aún no hemos visto.
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