Esta tarde me estaba acordando de gente que conocí hace muchos años, trabajando en una empresa de montaje industrial. Yo era el más cachorro en medio de un grupo que tenía muchos kilómetros recorridos. Y una de las cosas que me gustaba de ese trabajo era escuchar las historias que los más veteranos contaban en las pausas que hacíamos para tomar mate.
Algunos de estos trabajadores habían estado empleados en empresas mucho más grandes, transnacionales como Techint o Chicago Bridges, que los habían llevado a trabajar en obras bien lejos de casa. Un par de ellos me contaban de una temporada que habían pasado en Libia soldando estructuras para el montaje de una planta para almacenar petróleo.
La historia era que en Libia ellos vivían en un campamento. Había una ciudad a unos cuantos kilómetros pero iban pocas veces. En una de esas salidas, mis compañeros habían conocido unas mujeres con las que se habían puesto de acuerdo para salir unos días más tarde. Pero uno de ellos, a medida que se acercaba la fecha de su salida, empezó a preocuparse: hacía mucho tiempo que no tenía una erección. Cuando el susto fue más grande que la vergüenza decidió comentar sus temores con su compañero.
“Tranquilo, socio” – le dijeron – “esto se arregla fácil: deje de tomar el agua del campamento y santo remedio”. Ahí se enteró el hombre que la empresa, para ahorrarse algunos de los problemas que podrían generarse en un campamento con más de mil hombres solos en medio del desierto, agregaba alguna magia al agua para mantenerlos a raya (decían que era piedra alumbre, pero no pude confirmar el dato). El truco era comprar agua embotellada, no usar hielo, y no tomar agua corriente ni siquiera al lavarse los dientes. Mi amigo terminaba el relato con una sonrisa de alivio: “Funcionó”, decía.
¿Y por qué me estaba acordando de esto? Es que de pronto se me ocurrió que podíamos hacer el experimento nosotros, aquí y ahora. No, no hablo de agregar alumbre al agua de la Moneda (aunque no estaría mal!). No sé si hay alguna cosa que nos estén poniendo a nosotros en el agua. Pero sí sé que hay otras cosas que nos contaminan, y que podríamos probar de suprimir a ver qué pasa.
Por ejemplo: sospecho que si una buena cantidad de nosotros deja de mirar televisión, aunque sea por unos días, pueden pasar algunas cosas. Yo dejé de mirar televisión hace rato, pero conozco mucha gente inteligente que sigue consumiendo su dosis diaria. Y sospecho que si dejaran su dosis por una semana podrían pasarle algunas cosas.
No se trata de quebrar la industria televisiva (aún no) o de abandonar la televisión para siempre, sino sólo permitir que una buena cantidad de ciudadanos dejen de intoxicarse por unos días. ¿No creen que habría algunos despertares? ¿No les parece que podría ser el primer inocente guijarro que precipite una avalancha?
Escucho ofertas.
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