A veces resulta difícil hacerse una imagen mental de ciertas cifras.
Cuando el censo nos dice que en Chile viven más o menos 17 millones de personas, el número queda guardado en el cerebro como un dato más, junto con el pozo del Loto y la cuenta del teléfono.
Pero tratemos de imaginar 17 millones de personas todas juntas.
Supongamos que un día se nos ocurre marchar, los 17 millones, desde la Moneda hasta el Congreso. Formándonos de a 140 en fondo, y dejando un metro entre fila y fila, los primeros 140 habrían llegado a Valparaíso en el momento en que los últimos 140 empiezan a alejarse de la Moneda. Marchando por la Alameda, los 140 irían casi hombro con hombro. Y con sólo un metro de distancia con los 140 anteriores y posteriores, tendrían que caminar con cuidado para no dar ni recibir patadas.
Vamos un poco más lejos:
Imaginemos que de alguna forma nos ordenamos, los 17 millones, de a 140 en fondo, de tal manera que quedemos al lado de otras personas que tienen nuestro mismo nivel de ingreso. Los que van adelante del todo son los que tienen el ingreso más bajo, los que van más atrás son los que andan con el billete largo.
Es decir, en las primeras filas (varias) habría solamente indigentes sin ingresos. En las últimas, cerrando el desfile, estarían los Matte, Luksic, y algunos otros conocidos.
Pero son muchas filas. Más de ciento veinte mil filas. Desde la fila mil ya no se puede ver la fila uno. Y desde la fila ciento veinte mil, no se puede ver la última (que está un kilómetro más atrás).
Y aquí viene lo más curioso: desde donde estemos, la mayoría de nuestros conocidos van a estar a menos de cien filas de distancia. Menos de cien metros adelante, atrás o a los costados, vamos a encontrar a muchas de las personas que llevan a sus hijos al mismo colegio que nosotros, que compran en el mismo supermercado, que se atienden con el mismo dentista o peluquero.
Personas que tienen los mismos problemas que nosotros, y con las que solemos quejarnos con letanías del tipo “siempre es la clase media la que lo pasa peor”.
¿Me van siguiendo? No importa si estamos en la fila 1.000, la 34.000, la 87.500 o la 119.850. Lo único que vemos a nuestro alrededor son personas que se nos parecen en el nivel de ingreso y en varias cosas más (belleza de la segregación que supimos conseguir), y muy a lo lejos alcanzamos a divisar, hacia adelante, personas un poco más pobres y hacia atrás personas un poco más ricas que nosotros. Así que, tal como hace 3.000 años era normal pensar que la tierra era plana, hoy en Chile cualquier gerente de supermercado cree que es de clase media.
¿Se entendió?
1 comentario:
Se entendió.
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